Los carteles de OPEN
anestesian la calle con su luz prostibularia. El eco de un bajo eléctrico
inunda el paseo marítimo. T. se sopla las manos entumecidas, parece estar
siempre al borde de abandonarlo todo. Ahora estamos los dos al borde de este
mar pesado; este mar de cemento, de hormigón armado, abrazados a sendas tablas
de madera y sin tener la menor idea de cuál es la mejor opción. Porque el
náufrago del medio del mar sabe que ha de decidirse entre esperar o nadar hacia
la costa. Pero ¿y el náufrago del borde del mar? Nadie puede rescatar al
náufrago de la orilla, no hay equipos ni personal preparados para este tipo de
náufragos. Marginales de la sociedad. T. se sopla las manos, desde lejos, en la
distancia lo miro sin querer encontrarlo. Lo toco y con mi mejilla acaricio su
barba, beso el arco de su nariz con mis labios. T. siempre está tan lejos, tan
al borde de todo, que sólo se le puede tocar con el borde de las cosas; el
borde de una canción, el borde de una mirada, el borde de una vida.