12 febrero 2012

Tango

Tras sus ojos un río negro
y en el corte de los tacones
pasillo y medio de barro y lágrima.

Guarda un beso lejano en el bolsillo
una promesa que fue aire.
La sostiene sin esfuerzo,
recuerdo a la vuelta de la avenida.

Recoge el cansancio de estos días
en un canasto gastado por el sol
y lo cuelga junto a las blusas
pinza a pinza, cuerda a cuerda.

Hubo un tiempo en el que los brillos del sol
contra el empedrado de la ciudad
pronunciaban su nombre,
llevaba el rocío del día prendido del cabello.

Ahora, el olor de la niebla
le construye puente en el pecho
y aprovecha para enseñarle
el cómo y el porqué
de un bar que baja las persianas.