04 mayo 2012

Parpadeos


I.

Sol ceniza. Los dedos de sal
se hunden en la carne del pescado.
Abren su vientre. El brillo húmedo gorgotea.
Da paso a una estancia rosada, cúpula de jadeos.
Sonido del mar                                       criogenizado.

II.

Envés de bronce. La boca cubre una uva verde.
Los dientes rompen la calma, disección del neón.
Se introduce la lengua en la hendidura,
succiona la pulpa, nervio de clorofila,
masca la carne, envuelve la semilla en saliva.
Astilla el corazón.                        Fastidio en el molar.

III.

La palma de la mano
escarcha el silencio de la cocina.
Sobre la mesa          nuez molida.

IV.

Resbala un hilo morado por el filo de la boca.
Estirpe de la cereza. Cae por la barbilla.
Suspiro en el cáliz de la clavícula.
Se deshace el cuello
en la mirada de placer de un solitario
en el otro extremo          del banco del parque.

V.

Deshacerse del albedo de la naranja.
El tiempo detenido en un ceño semifruncido.
Las fibras blanquecinas, casi algodón,
sobre el plato de loza.

Retirar ahora su camisa, evitando la pérdida de jugo,
para permitir que la lengua encalle sin tropiezo,
en cada esquina de la pulpa.

Y la vida.