24 abril 2012

Green grass (I)


Hace tiempo y un viento nornoroeste
acusa marejada. La espuma contra la roca
son alas de ángeles que no aprendieron a volar,
vino el señor y se las arrebató, y las arrugó
y las tiró a esta papelera. Ahora todos lloramos,
pero no sirve de nada. Vino el señor y se las arrebató
ahora ya no sirven para nada.
Ninguna es tan bonita como tú. Eso me dices,
mientras das patadas al muro de hormigón de la cancha.
Pero es que a mí me gustan todas. Pero de ti me gusta
el sabor a soledad que tiene el poso de tus ojos, color
del vino caliente. Pero es que a mí me gustan todas.
Aunque tu pelo. Aunque tu piel.
Lo que más, tu piel, sí. Tu piel
que debe ser un tipo de risa en algún lugar del mundo
o un caminar descalzo o un querer sin excusas.
Ahora el niño se asoma al ojo de la cerradura, y ve
al señor llorando y abofeteándose. Se frota los ojos,
y de ellos caen todas las alas de todos los ángeles
que no supieron volar, y además, un alfiler.