25 marzo 2012

En el Mirador de San Nicolás

Un lamento de cal baña las paredes.
Corre el agua.
Alguien golpea un cajón de madera.
Decenas de ojos ven el día caer.

Una marea de calma inunda el mirador.

Todo se ralentiza; el fluir de los coches,
el gesto de la mano contra el interruptor de la luz,
las persianas que bajan, el café que se vuelca
sobre el vestido, el roce del humo en la tráquea,
las miradas que coinciden, la sangre que bulle.
Incluso el recuerdo de tu recuerdo,
bramando en una de las celdas de mi mente,
reconduce su grito hasta ser, qué sé yo,
silencio después de la entrada del profesor
en el aula, aire del norte cuando escampa,
crujir de vértebras, músculos, tendones
desperezándose frente a una ventana
que se desgrana en miles de hebras amarillas.