31 enero 2011

Elegía a un día de mierda

El día de mierda

se desliza por mi garganta.

Se atraganta,

en mi traquea.


El día de mierda

me manosea

en el autobús,

buscando calor

a través de la tela de mi falda.


El día de mierda

me saluda:

se quita el sombrero

burlonamente.


Me dice: tú eres de sobresaliente

y me casca un suficiente.

Pero bonita, no desesperes.


El día de mierda

es una mancha de grasa.

De grasa de frente,

apoyada en el cristal de rómpase en caso de accidente.


El día de mierda estalla

y se clava en sus frentes.

Y la carcajada inunda mi cara

hasta que revienta mis ganas.

Como una granada,

en mano de anciano

con parkinson.


El día de mierda

se extiende hasta mañana.

Oh! El día de mierda

y ese maldito brillo

del que hablaba Faulkner.