23 diciembre 2010

Nacimos con las palmas de las manos tatuadas. El destino no es más que una cicatriz que se abre en las horas de máxima penumbra. La ausencia de heridas en mis rodillas, anunció el final de una etapa. Las estrías en mis caderas, abrieron otra. Las heridas de mis labios, atrajeron al invierno. Y ahora espero una nueva, para comenzar de nuevo. No es cierto que duela tanto, duele más no tenerlo. Y hay miles paseándose por las calles, aprovechando al máximo la soledad de las sábanas. Partiendo la oscuridad con gemidos tristes, intentando tocar el cosmos, con la punta de los dedos.