15 diciembre 2010

Igual lo estoy haciendo mal. Quizás me esté equivocando. Con las canciones, con los libros que deseché, y con los que ahora descansan sobre mi mesilla de noche. Probablemente me reí cuando no debía, y lloré cuando no tenía ya sentido. Lo más seguro es que las cosas no funcionen como yo digo. Y que ahora sea de día y no de noche. Y que si no tengo lo que quiero, y que si me lamento, y que si culpo, y que si me enfado y pataleo, y araño, quizás lo esté haciendo mal. Esto ya no tiene sentido. Y que soy demasiado joven, ya, pero también demasiado vieja para. Y que no me gusta reconocer. No quiero admitir. Y no. No. Y la ropa ondea. Y mi vecino llora. Margarita, ya le dije que no más sopa, tiene que cuidar la alimentación. Y los niños me tratan de usted y me abren las puertas de los ascensores. Y dicen, ellos, todos serios, con sus ojos de ocupados hombres grises que serán en un futuro, usted primero. Usted primero. Y se cierra la puerta. Y cruzo los brazos. Y lo miro con sorna. Pero eso ya no funciona. A mi esta mecánica ya no me funciona. Y me voy. Y no se adonde. Ni parar. Ni empezar. Ni acabar. Ni empezar.