16 marzo 2012

St.

Recordar cómo llegué hasta aquí. A veces sirve. Otras es más difícil luchar contra todo eso que se me viene encima. Me tiendo sobre la cama, me dejo ir, que las sábanas hagan su trabajo; tiran de mis piernas, vapulean mi cintura, apresan mi vientre con el mismo amor con el que una boa constrictor hambrienta lo haría. Y no sé qué hacer. Cojo aire. Cierro fuerte los ojos. Vuelven a mí los pasillos. Pero esta vez tienen una forma distinta. Una textura diferente. Corredores sumergidos. Ya no hay aristas, ya no hay blanco. Gris ceniza. Difícil de asir. Ahora, las ganas me cabalgan las venas. Se nubla la mirada. Podría vomitar la noche. Mis caballos no tienen pasto. Y tiemblan. Nerviosos. Oliendo al lobo. Mis caballos nerviosos. No saben quién es el lobo. Si el lobo ya estaba aquí o si ha de venir.