Hablan y se quejan
queda en los tablones.
Facebook, es el nuevo periódico:
Vienen de fuera
Intenciones malignas tienen
Arrebatarnos el trabajo
Robarnos el sudor
Y darnos fresas en temporada, señor.
Pero no convencen
cerramos fronteras,
decimos tu aquí y yo allí.
Diseñamos Pangea,
para dar de comer a una legión de diseñadores gráficos,
o reestructuramos, con términos políticamente correctos, como
subsidio de arquitectos en paro,
que reclaman lo que fue suyo:
Toneladas de hormigón y redes sociales
que crean asocialismos.
No te juntes
con mi enfermedad.
Y nos vacunamos
¿Pero de qué?
Y en el colegio de monjas
Financiado con dinero público
uniforme, misa a las ocho, dios es blanco
y el malvado negro.
Y si dices Jesucristo era árabe, señorita, y judío. Y político.
Te echan de clase.
Por alteración del orden.
Y pienso, entonces, en nuestros padres,
poniendo pegamento en las cerraduras.
O en E. tirando panfletos mientras echaba a correr,
O en V. negándolo todo, debajo de los moratones, cuando el 36.
Y después.
Y golpea la alteración del orden a través de los cristales de PVC
que separan la “cultura” del pasillo. Y si me hubiesen dado a elegir,
y si nos hubieran dado a elegir. Mil veces, señorita. Con el frío del corredor.
Y, así, desde afuera, escucho voces de neonatos que caminan:
Por mi culpa,
Por mi culpa,
P o r m i c u l p a.
Golpean las manos contra el pecho.
Se crea, de esta forma, la conciencia:
con golpes contra el pecho
con confesiones de mentira, que algo habrás hecho.
Poniendo puertas,
donde no hay tabiques.
Por mi culpa,
por mi culpa,
por mi grandísima culpa.
Yo pecador.