09 octubre 2010

Para volver a empezar

Un hongo de humo se descuelga de sus labios; transeúntes errantes, futuro sin antes, rastrojos en llamas inflamados de aire frío, de pájaros azules, de heridas cerradas sin cicatrizar. Las paredes desnudas, anuncian el después, máquinas de escribir mudas y descompuestas, que golpean sin descanso su tortura. Déjame de una vez. Grita. Déjame de una vez. Despacio, en silencio, el tiempo le toma las medidas, un traje de terciopelo azul le espera en el ropero, al final de la habitación. ¿Qué hay después? ¿Habrá un después? Sus zapatos golpean nerviosos el suelo, se alborota el pelo, inquieto. Espirales azules que giran ascendiendo hacia el techo. Llega el día y la noche aun no se ha desprendido de la retina. Acaríciame despacio y trátame de usted. El último recuerdo que le espera al borde de la locura. Recuerda un nunca. Eso también. Pero tiene miedo, no está seguro de en qué momento surgió y ahora golpea angustiado su pecho. Y llora oculto. Llegan nubes. La música se desliza y traspasa su epidermis. Y llora, llora temblando, un millón de sacudidas le atraviesan, rompiéndolo en dos.