Ya los días tristes se escapan por la ventana.
O entran y se esparcen,
sigilosos,
por la estancia.
Alejado el rostro de la mañana,
llegan gritos,
y llagas de humo
que se posan sobre la piel.
Carraspea al fondo
un hombre.
Alguien susurra: escapémonos.
Pero el suelo está mojado.