22 enero 2010

El individuo X

Supongamos que la única preocupación de un individuo X es transmitir y crear, crear y transmitir. Digamos que su tiempo se divide en minutos creados y minutos transmitidos y que quiere en función de la creación que eso suponga; en la medida en que el otro le permita experimentar, él querrá. Lo que se podría aplicar en una sencilla regla matemática: su capacidad de querer es directamente proporcional a la capacidad del otro por apreciar el “crear” y el “experimentar”, para lo cual se requiere de ese otro, llamémosle individuo Y, cierta ausencia de miedo y una confianza ciega en el individuo anteriormente citado y reconocible como X.

Teniendo en cuenta que a menudo estas dos variables, ausencia de miedo y confianza ciega, tienen una probabilidad de aparición de 0.1 entre 1.000.000 nos encontramos ante un dilema matemático y moral del individuo que se ve imposibilitado a querer. No porque él no quiera si no porque no encuentra al individuo adecuado que le permita llevar sus dos máximas a los límites que él quiera poner, que, en concreto, son tan pocos como las posibilidades de que el infinito se acabe.

Por lo tanto el individuo X, el que ha propiciado dicho estudio, debe decidir entre quedarse con un individuo I, que a pesar de no ser un Y se le parece, o permanecer solo, creando y transmitiendo, esperando a que el individuo adecuado, el individuo Y, aparezca. Lo cual nos conduce a otra incógnita ¿Qué ocurre cuando el individuo X ya no puede crear y como consecuencia tampoco transmitir? Porque es lógico suponer que aunque su intención sea la de poner limites inexistentes a su capacidad, no siempre esos dos actos, entorno a los que gira el trabajo, creación y transmisión, se darán. Son fenómenos tan variables como la estabilidad emocional del portador, tendiente a -1, según resultados extraídos del test psicológico realizado en nuestra institución.

Por lo tanto, si el individuo objeto de estudio no puede desarrollar correctamente sus dos capacidades o de hacerlo, lo hace irregularmente y con resultados insatisfactorios para él, nos encontraremos ante un ser insatisfecho y frustrado que comenzará, irremediablemente y sin que la ciencia pueda hacer nada por impedirlo, a encerrarse en si mismo. Como consecuencia, su deseo de encontrar a la ficha que recomponga el rompecabezas que conforma su vida, que aunque para la ciencia se resuma en un compendio de porcentajes, números y estadísticas, para él supone SU definición, lo que lo conforma como “persona” y diferencia del resto de sujetos que constituyen el grupo social al que pertenece; disminuye considerablemente. Esta falta de apetencia por el mundo que lo rodea se podrá identificar mediante la lista que se adjunta a continuación y en la que se pormenorizan diversos detalles, comportamientos y situaciones que nos ayudarán a identificar este tipo de estados:

–Falta de deseo a la hora de realizar actividades cotidianas ante las que con anterioridad mostraba predisposición a resolver.
–Ausencia de predisposición emocional a desarrollar actividades lúdico-festivas.
–Desinterés por todo cuanto suceda a su alrededor.
–Despreocupación por su aspecto físico. Llegando incluso a descuidar ciertos aspectos como la higiene.
–Inconsistencia a la hora de llevar a cabo empresas o trabajos con los que se supone que debe responder ante un superior.
–Disminución de su capacidad dialéctica y un aumento de temblores cada vez que intenta recuperar el antiguo hábito del habla.

Pretende ser esta una pequeña lista de los síntomas más importantes y captables, aunque existen muchos más.

El individuo X con una capacidad intelectual dentro de la media y una capacidad emocional un poco por encima de esta, será consciente de los cambios operados en él. Sabrá en cada momento apreciarlos e incluso interpretarlos, lo cual no supondrá necesariamente que se encuentre en el camino a superar su enfermedad social. Si no todo lo contrario, el saber lo conducirá a la apatía y esta apatía se cubrirá de costumbre, olvidando su yo pasado y aceptando esta nueva personalidad como normal, obviando, como consecuencia, el análisis de la sintomatología, ya que sólo se analiza algo cuando esto se sale de la regla, pero este individuo ha pasado a considerar su situación como “admisible”.

Es en este punto cuando el grupo de trabajo que se encarga del análisis de este individuo prototipo y de identidad protegida, se plantea si podrá hacer algo para ayudarlo. Como científicos y estudiosos nos vemos, irremediablemente, obligados a intentarlo, pero como “personas”, hombres y mujeres, no podemos más que dejarnos poseer por unos instantes de ese sentimiento tan común que es la pérdida de la esperanza y la aceptación de aquello que se nos escapa al entendimiento, ya que, y aunque entre muchos colegas esta idea no sea muy bien acogida, incluso en matemáticas existen resultados imposibles, nulos y negativos.